El ser humano ha contribuido a la modificación de plantas y animales desde que aparecieron agricultura y ganadería. Pero la biotecnología permite ir más allá de forma más rápida, creando organismos modificados genéticamente que son los que comunmente conocemos como transgénicos. ¿Qué aportan los transgénicos, para bien o para mal?

¿Qué es un alimento transgénico?

Un Organismo Modificado Genéticamente (OGM o GMO en inglés) es aquel que en su composición tiene uno o varios genes de otra especie diferente a la suya, que aislados en un laboratorio, han sido introducidos en su cadena genética.

La selección genética ha existido siempre, por un lado en la naturaleza y, desde que el ser humano es agricultor y ganadero, ayudada por este. Así, por ejemplo, guardar las semillas de los mejores tomates o favorecer el cruce de los animales de mejor constitución durante milenios ha conducido la selección genética natural. A su vez, el ser humano también ha cruzado variedades de plantas o razas de animales para crear nuevas variedades. Así, por ejemplo, en viticultura, la variedad de uva cabernet sauvignon (la variedad tinta más cultivada del mundo) es fruto de un cruce producido en el siglo XVII entre Cabernet Franc y Sauvignon Blanc. Pero han sido cruces de variedades dentro de la especie Vitis Vinifera.

La diferencia con los OGM o transgénicos es que los genes que se introducen pueden ser de especies que nada tienen que ver con aquella que se modifica, pudiendo ser de origen vegetal o animal. Y así se genera una constitución genética nueva, diferente, a partir del laboratorio.

¿Por qué se generan transgénicos?

¿Los alimentos transgénicos son buenos o malos? Qué son los transgénicos y sus riesgos

Los objetivos de esta práctica van vinculados sobre todo a la mayor productividad del alimento resultante, sea porque la planta de la que proceden es más resistente a plagas, porque aguanta mejor las sequías, porque crece más rápido, porque el fruto es más grande, más jugoso, porque el aporte nutritivo se enriquece con, por ejemplo, más proteínas, etc.

Estas son algunas de las ventajas que defienden aquellos que están a favor de los transgénicos ante una sociedad humana en aumento que, por lo tanto, cada vez demanda mayor cantidad de alimentos, por lo cual hay que asegurar su producción.

Riesgos de los alimentos transgénicos

Pero hemos de tener en cuenta también que las semillas modificadas genéticamente, las transgénicas, están patentadas y sus dueños son multinacionales. Por lo tanto, los agricultores se las han de comprar y son estas multinacionales las que ponen los precios de las semillas. Esto de por sí ya es un riesgo, porque si el porcentaje de cultivos transgénicos sobrepasara a los tradicionales, la alimentación dependería de esas mutlinacionales desde su más puro origen: la semilla.

Ahora mismo, sin embargo, estas semillas son caras para un campo de tamaño medio o pequeño, de modo que a los agricultores no les sale a cuenta adquirirlas. Y además existen cultivos ecológicos que excluyen totalmente los OGM (ver aquí qué es un alimento ecológico).

Pero a nivel ecológico, no se sabe aún hasta qué punto estas especies pueden resultar invasivas para el entorno natural y, por lo tanto, no se sabe cómo o hasta qué punto pueden modificar el equilibrio de determinados ecosistemas y afectar así a otras especies.

Y os preguntaréis: ¿cómo afectan los transgénicos a nuestra salud? Estamos dentro de las incógnitas de la afectación a otras especies que os comentábamos. Es decir, no se han demostrado efectos de los transgénicos contra la salud humana, tampoco se lleva tanto tiempo conviviendo con transgénicos como para determinarlo, aunque hay entidades como Greenpeace que han señalado que un estudio de laboratorio con ratas demostró que bajaba su reproductividad al alimentarse con transgénicos.

¿Están etiquetados los transgénicos?

¿Los alimentos transgénicos son buenos o malos? Cómo identificar transgénicos en las etiquetas
Soja, uno de los principales cultivos transgénicos

No hay sello predeterminado, como sí sucede, por ejemplo, con los productos ecológicos (ver aquí). Sí que es cierto que la Unión Europea obliga a indicar su uso en la etiqueta de productos alimenticios cuando se emplea un mínimo de un 0,9% de aglún transgénico. Eso sí, busca en la letra pequeña.

Cabe mencionar que la Unión Europea examina los transgénicos que se pretenden comercializar para evaluar si son seguros para las consumidores. En la UE, la producción de transgénicos no es muy alta (aunque dentro de esta, uno de los países con más cultivos de transgénicos es España, que llego a las 130.000 hectáreas en 2016, la mayoría con semillas de la compañía Monsanto), pero existen paraísos para transgénicos como Estados Unidos. Aunque en este mismo país existen proyectos como el Non-GMO, que certifica que están libres de transgénicos, y al cual se han sumado alrededor de 30.000 empresas.

¿Qué hago si no quiero consumir transgénicos?

Es relativamente fácil acabar consumiendo algún OMG, aunque sea en pequeños porcentajes. La empresa Monsanto, que antes os nombrábamos, controla gran parte del cultivo de maíz en Estados Unidos, la mitad del cual es transgénico. Y en la misma línea está la soja (cuya modificación genética está hecha para resistir a un herbicida creado por la misma Monsanto).

O sea que, a falta de un sello más visual o un etiquetado más exigente, al final, una de las pocas opciones seguras para no consumir ningún porcentaje de transgénicos es la agricultura ecológica con el correspondiente sello que la certifica (ver aquí).

Escrito por:uranda

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