Que la excesiva ingesta de carne tiene una altísima huella ecológica que como planeta no nos podemos permitir es un hecho (ver aquí), pero ser vegetariano o vegano no nos lleva necesariamente a ser más ecológicos. Veamos por qué

Cualquier parte del mundo puede ser tu granero, ¿a qué precio?

Dentro de la dieta global que se va imponiendo en gran parte del mundo occidental (ver aquí), el alto consumo de proteína animal supone uno de los vectores esenciales, pero también la dependencia de unos pocos cereales (esencialmente arroz, trigo y maíz), en detrimento de otros. Esto implica el desplazamiento de cultivos tradicionales y el retroceso de ecosistemas naturales para dar espacio a estos cultivos masivos que deben satisfacer demandas globales.

Y este desplazamiento es aplicable, no solo a cereales, sino a alimentos de otro tipo: el aceite de palma es un gran ejemplo que ahora mismo ya se está rechazando en muchos países occidentales por el impacto que tiene su cultivo en las selvas tropicales de Malasia o Indonesia y las repercusiones en especies en vías de extinción como el orangután. Pero el cultivo del aguacate, por ejemplo, también desplaza la selva tropical en países como México, o producirá problemas en las reservas de agua de Chile.

Y también hablamos de modos de cultivo

Pero además del cambio de usos del suelo y la depredación de entornos naturales, el cultivo masivo también nos lleva a modos de cultivo que necesitan maximizar las cosechas. Y además de fertilizantes químicos, cambio de composición de suelos, etc., este tipo de cultivos pueden implicar el incremento de la huella de carbono derivado de nuestra alimentación.

Cómo y por qué seguir una alimentación vegetariana y vegana ecológica

A modo de ejemplo, el arroz. Hoy en día implica cerca del 12% del total de zonas cultivables del mundo (alrededor de 163 millones de hectáreas), y su cultivo produce muchísimo metano por la forma en que se cultiva. Si esta implicara diversidad de variedades de arroz adaptadas a la zona en que se cultiva, diferentes fertilizantes o drenajes del cultivo en momentos específicos, estas emisiones se reducirían.

La huella ecológica de la distribución de alimentos a escala mundial

Y claro, si el alimento de origen vegetal que nos comemos puede venir de cualquier parte del mundo, es que de algún modo ha llegado a nuestro hogar. Cuanto más lejano sea su origen, más gasto energético implica, con sus correspondientes emisiones de gases del cambio climático. Y aquí cabría incluir el gasto de transporte, pero también de cámaras de conservación a lo largo de toda la cadena de distribución.

Si a ello incluimos empaquetados, añade las emisiones de la producción de esos empaquetados (plástico, cartón, etc) más la basura en que después se convierten (ver aquí Ventajas de la compra a granel para ti, la vida animal y la salud del planeta).

Y para completar la suma: los desperdicios

Porque se ponen malos antes de llegar al punto de venta, porque estéticamente no cumplen con lo que debería ser una bonita manzana, etc. A todo lo que hemos comentado, hemos de sumar el desperdicio alimentario que se produce durante la cadena de distribución: es decir, los alimentos de origen vegetal que se acaban desechando a lo largo de la cadena y que acaban en la basura sin que lleguen siguiera al punto de venta. Esto aumenta la huella ecológica de nuestra alimentación antes de llegar a casa.

Y nosotros, en casa, también la agrandamos si estos productos no se consumen a tiempo y acaban en la basura. Hemos de pensar que alrededor del 40% de la basura que generamos son restos de comida.

¿Qué hacemos para ser ecovegetarianos?

Por todo ello, una dieta vegetariana o vegana no tiene por qué ser ecológica si no se consumen alimentos desde una perspectiva de conciencia medioambiental que contribuya a reducir la huella ecológica de nuestra alimentación. ¿Cómo? Pues podemos empezar favoreciendo el consumo de:

que son los alimentos ecologicos
Escrito por:uranda

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